Víctor Voltio XXXIX
Toreando taxis triplica testosterona
¡Dale, Víctor,
dale!!Pedalea! ¡Ojo con el autobús! ¡Já!-¡le gané! Lo de los franceses, eso de
lanzarse desde un Helicóptero al vacío con un snowboard en los pies, patinar en
el aire en plena caída y aterrizar en una cuesta de montaña con nieve, eso es
¡cosa de pijos! El verdadero subidón de adrenalina, el no va más de la
emoción lo tienes en la urbe a la hora
punta y sin helicóptero- no, ¡con la bicicleta!
Cuando salgo de
la oficina, cansado de la rutina laboral y de tanto tiempo sentado delante del
ordenador, me ajusto la chaqueta, me pongo el casco, me subo a la bici, perdón,
a la cleta y me lanzo a la jungla de asfalto en plena hora punta para
enfrentarme a las bestias mecánicas. Carriles bici- haberlas, haylas, pero en
general no por donde vas tú. Alguna vez toca, y viene bien el casco, ya que te
protege de las ramas colgando de los arboles a la altura de la cabeza y te
salva de algún coscorrón por su sitio. Pero lo normal es que te tengas que meter
en el carril derecho de la calzada, aquel que casi siempre está reservado para
autobuses y taxis. Y ahí empieza el baile… Los conductores de autobús te ven
como un intruso en su espacio y te pasan tan de cerca que casi te rozan el
hombro. Respira hondo y sujeta el manillar. Echarte más para la derecha es
imposible, el bordillo es demasiado alto para permitir el giro del pedal. Como
le des al bordillo con el pedal, la caída la tienes asegurada y a rezar que no
te atropelle algún taxi que está detrás de ti. Los autobuses te adelantan y se
paran en la siguiente parada. Entonces los adelantas tú y otra vez los tienes
detrás. Cada vez que te tienen por delante, los conductores tienen más mala
leche y te pisan los talones. Dale caña, Víctor, tienes que ser más rápido que
ellos, adelanta y desaparece. Pero ¡ojo! Jamás te metas entre dos autobuses al
adelantar- te pueden dejar liado como un cigarrillo y ahí te quedas como nota
en el periódico. ¡Dale caña! Estas solo- tú y los toros ¿Será que a escondidas
he soñado con ser un torero famoso? ¿Lidiando con los toros más bravos
esquivando con elegancia y solera los embistes de sus cuernos afilados
cosechando los aplausos del público? Los autobuses no tienen cuernos, pero si
te pillan, lo mismo te da, que pesan más que un toro y te matan igual. ¡Olé! ¡A
por ellos! ¡Ojo! Si arranca el autobús mientras tú estás adelantando, tienes un
problema, te ves entre el bus y los coches del segundo carril y a ver cómo te
pones a salvo. Echa para la derecha, chupa tubo de escape y encarrila.
¡Cuidado! Para un taxi delante de mí y la pasajera abre la puerta sin mirar. ¡Frenazo!
¡Casi me la como, a la pasajera y a la puerta del taxi! Menudo susto, para la
señora y para mí. Le sonrio y respiro. Pero estoy servido de momento, me subo
un rato con la bicicleta a la acera, la vereda, como dicen aquí, para ir más
tranquilo. Pero no sé lo que es peor- los peatones andan sin ver ni oír nada -
toda persona con menos de 40 años sin falta lleva los ojos presos en el dichoso
smartfone, los oídos tapados con los auriculares oyendo lo que sea menos lo que
les rodea. Ausentes. Van ciegos. No sé cómo no se matan diez cada día. En fin,
un eslalon insoportable entre la gente y ojo con las ramas colgantes. Por lo
menos el kitiklin de las baldosas sueltas cuando las piso con las ruedas me
recuerda a las aceras de Zaragoza, por
un momento me siento como si estuviera en casa. Pero basta ya de nostalgia, me
vuelvo a la calzada y ¡dale al pedal!
Las rejas del alcantarillado son un peligro mortal- llevan las ranuras
en línea con la rueda y las aperturas son tan anchas que se tragan la rueda de
la bicicleta si te descuidas- las esquivas hacia la izquierda con el peligro
que te pilla un auto (coche) que intenta adelantar. Adrenalina. Bocinazo. No ha
pasado nada. Adelante. Paro en un semáforo y respiro. En los semáforos en rojo
siempre hay marcha- artistas callejeros
actúan en el paso peatonal en los 15, 20 segundos que los coches se
quedan parados: malabares con bolas y mazos, alguno vestido de mejicano marca
un baile para sacar unas monedas a los conductores. Otro vende ramos de flores.
Debe de dar para comer, los hay en casi todos los semáforos. Trabajo duro. Por
lo menos no llueve casi nunca. Arrancamos, el ciclista siempre intenta
adelantarse un poco a los coches para ganar unos metros, es más seguro, si
cabe. Hay momentos celebres- ahora tengo
delante a una ciclista joven que pedalea como Induráin subiendo el Tourmalet:
la espalda recta y lo único que se mueve son las piernas, nada de vaivén de
cuerpo o de la cabeza. Viste un casco
gracioso diseño medio melón verde. La bicicleta la debe de haber heredada de su
abuela por el aspecto museal que tiene y se la pintó de color rosa. Tiene
estilo la joven y un bonito trasero. Vistas urbanas que se disfrutan. Se pierde
por la derecha y paro en otro semáforo, detrás de un coche con un logotipo que
no me suena. Ahora veo la marca: es un Gran Muralla 1600. Una cosa como un
Dacia, pero a lo chino. Hay unas cuantas marcas de vehículos aquí que no las
había visto en mi vida. Muchos taxis son de Samsung, será que los dan con móvil
si te compras uno… me cuelo entre una furgoneta Mahindra y un JAC… me tendré que comprar un cuarteto de
coches como cuando era pequeño para actualizarme, el mundo va cambiando y las
marcas de coche también. Arrancamos de
nuevo, casi, se avecina una ambulancia a toda leche, iluminada como un tiovivo
parpadeante en rojo, azul, amarilla y con una sirena que no tiene desperdicio,
Stockhausen estaría encantado. Me imagino al copiloto dándole a un teclado para
crear los sonidos más inverosímiles entre pitidos, aullidos, trompetazo y lo
que salga para abrir carril y para impresionar al atónito participante de tráfico.
Artista callejero anónimo como los grafiteros. Mientras arrancamos, medito que
debería de organizar un festival de sirenas, para bomberos, policías y
ambulancias. Puede que lo patrocine una multinacional de audífonos, con el
ruido ensordecedor que generan… ¡Joder Víctor! No te despistes… ¡Ojo con la
reja dela alcatarillaAAAAAaaaaaa
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