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lunes, 12 de enero de 2015

Sabores de Chile



Victor Voltio  XLV

Sabores de chile


¡Otra vez! En el tren de Santiago a Chillán el camarero pasa el carrito vendiendo chuches y refrescos y le pido un botellín de agua. Me enseña amablemente las botellas y pregunta: “¿Con gas, sabor a manzana, frutilla o cereza?”  “¡con sabor a agua, si puede ser!”  le gruño yo como respuesta. Pues no podía ser, tocaba agua con sabor a manzana. No es que sea yo gruñón por defecto, pero esa manía de dar a un producto el sabor de otro me desquicia. Con el agua anda que va, está muy rica con un toque de fresa, frambuesa o incluso de pepino. Eso está bien, pero el otro día entro en un cafetería, pido un café y me pregunta la mesera: “¿lo quiere con sabor a vainilla, caramelo o chocolate?” y se me escapa un: “¡joder, con sabor a café, por el amor de dios!” En fin, a veces cuesta un poco amoldarse a las costumbres de otros países, y a veces cuesta un poco más, como cuando entré en una tabaquería para comprar eso, tabaco. Se lo pido a la vendedora y me pregunta amablemente… bueno, ya os lo podéis imaginar: a elegir entre sabor a chocolate, vainilla, anís, guiski... “¡quiero tabaco con sabor a tabaco!!” le grito yo a la pobre mujer, pero luego le pido disculpas por mi desliz y consigo que me venda un paquete de tabaco con sabor a tabaco. Ya me veo que algún día comprando tomates en el mercado, la vendedora me preguntará: “¿Los quiere con sabor a pepino o a plátano? ” Y no exagero- la compañía Starbucks Café acaba de sacar para el deleite de sus clientes un café con sabor a ¡cerveza!!
Cumplido la tarea en Chillán (a un agricultor ecológico le ponemos un sistema de secado solar para secar arándanos, menta y manzanilla), cojo el autobús nocturno (¡ojo! Aquí  no se coge, se toma el autobús, coger es otra cosa) rumbo a Villarrica, 800 km más al sur para otra visita de oficio. Los autobuses en Chile son cómodos, en la categoría ‘salón-cama’ tienes una butaca reclinable hasta casi horizontal, se duerme bastante bien y se llega al destino más o menos descansado. Dormitando me achaca una vez más mi pesadilla chilena: en el sueño entro en un local y pido una cerveza. La minifalda que atiende me pregunta con su voz de campanitas: “¿el zeñó  quiere la cerveza con sabor a vino, a café o a puré de patatas?” Me abalanzo sobre ella con el grito “¡con sabor a cervezaaaa!” y la estrangulo con una servilleta perfumada con olor a coco con lima para acabar mis días en un manicomio de mala muerte en el desierto de Atacama chupando una piedra de sal ecológica de la región con sabor a yogur de mango de la mañana a la noche. Con cara de lelo y la mirada vacía miro a través de los barrotes  a la cordillera hecho de pastel de choclo sin verla y me da igual que el Cóndor vaya pasando las veces que quiera con toda su familia.
Me despierta del trance una película que ponen en las pantallas del autobús: ‘Mundos lejanos’, producido por el Cirque du Soleil. Una maravilla, una especie de Alicia en el país de las maravillas de las artes circenses, un despliegue de color, arte, vestuario y escenografía como no se ha visto desde ‘Ran’ de Kurosawa en el siglo pasado. Mientras acompaño a la protagonista en busca de su príncipe trapecista en los escenarios más fantásticos, se me olvida hasta el café con sabor a cerveza.
Llegado a Villarrica busco la pensión donde me reservaron alojamiento (en el oficio de energía solar no da para alojarse en hoteles de primera), me instalo y abro la ventana de la habitación. Me quedo boquiabierto ante el panorama que se me presenta: 
Un lago inmenso quieto como un espejo con un cacho de volcán al fondo, un cono casi perfecto de un blanco impoluto, poderoso y bellísimo, no sé cómo describirlo- Penélope Cruz hecho montaña, Ariadna Gil vestida de blanca nieves, impactante, ahí está, echando humo o no, según como le dé. Domina todo el paisaje con su presencia como diciendo: ‘Aquí mando yo’. No me extraña que esto sea tierra sagrada para los pueblos mapuche. No hay que ser indio para sentir respeto ante semejante poderío.  Pero no quedan ahí las bellezas de la zona. El dueño de la pensión me insta que vaya a ver las pozas geométricas, unos baños termales a 80 km de distancia y tenía razón. Son espectaculares. En la excursión me acompaña una pareja suiza, treintañeros.
Me cuentan que están de viaje por Chile, luego el hombre se va a Tailandia para entrenarse tres meses para un campeonato de artes marciales en algún sitio de la Asia. Vamos, una especie de Jean- Claude van Damme versión suiza con su hembra de relax. Nos lo pasamos pipa en los baños termales de piscina en piscina en un cañón de montaña de vegetación casi tropical. Como mi acento llama la atención, otros bañistas me preguntan de dónde vengo y que hago en Chile y cuento que trabajo en aplicaciones de energía solar. ‘¡que interesante!’ me dicen y acabo echando todo una ponencia sobre el asunto de energía solar metido hasta los pezones en una piscina de 40° de temperatura ante una veintena de desconocidos en bañador pegados a mis labios. Cosas divertidas del oficio, no siempre se sufre trabajando.
Un 2015 estupendo para todos
Victor Voltio



Primavera en Santiago



Victor Voltio  XLIV
Primavera en Santiago
Es primavera en Santiago. En primavera llueve en Santiago. Llueve mucho. Pero no llueve agua, llueve pétalos. Pétalos de color morado del Jacarandá, un árbol muy presente en las calles de Santiago. Si me siento a comer en el patio de mi casa, seguro que acaban cayendo dos o tres flores en la ensalada, es que también en el patio hay un Jacarandá. Bonitas son, las flores del Jacarandá, pero ¿sabrosas? Regulín, pero el color morado queda bien entre lechuga, cebolla y tomates. También llueve pétalos anaranjados de un árbol más grande, se llama Granado, como me explica Pepa, que sabe más de botánica que yo.
Por las mañanas cuando pedaleo al trabajo, están las aceras cubiertas de un vaho morado y los barrenderos barren pétalos en vez de cacas de perro. Al atardecer corre un perfume por las calles, que no hay Chanel que pueda con ello. Arbustos, rosas y todo lo que crece compite en que a ver quién echa las flores más bellas y escandalosas. Y luego están las buganvillas, espectaculares, densas, de colores intensas, azules, rojas, moradas, blancas. Sólo las conocía de las novelas de aventuras, cuando el prota le tira los tejos a la princesa anhelada, como no, al amparo de una buganvilla. Ahora tengo  yo una en el patio de mi casa y… ¿dónde está la princesa??
En mi barrio, Bellavista, se vive bien. Entre el cerro San Cristóbal, un cerro-parque de vegetación abundante con funicular para subir y una piscina en lo alto por un lado y el Rio Mapocho por el otro hay casas de construcción baja, de aspecto de pueblo castellano en el medio de la ciudad de 7 millones de habitantes. Les gusta pintar las fachadas de colores chillones, amarillo, frambuesa, azul o verde veneno. Como en toda la ciudad hay una franja de un metro de ancho que separa la calzada de la acera, donde los vecinos plantan flores y setos. Rosas, Hortensias y yo que me sé que más. Por eso huele tan bien en esta época.  Bueno, hay alguno que pone césped artificial entre los árboles, porque da menos trabajo, pero es la excepción.  En una casa enfrente de la mía, todos los viernes por la tarde se reúnen unos músicos de Jazz para ensayar. No son principiantes, hay nivel de concierto de pago, el trompetista es excepcional. A las siete y media empiezan, Herbie Hancock, Davis, Brubeck. Cuando se calientan, me pongo una silla en la puerta, miro por encima de las Hortensias hacía el atardecer y disfruto del momento. Poneos en YouTube: U3, cantaloope o https://www.youtube.com/watch?v=JwBjhBL9G6U  y mientras seguís leyendo os ponéis la música y entonces será casi como si estuvierais sentado conmigo en la puerta de la casa con una cerveza en la mano compartiendo el rato.
A veces uno tiene suerte, también me podía haber tocado enfrente una banda de Punk que intenta forjar un acorde entre el Do y el Mi a la fuerza  y a cien decibelios.
 
En el parque forestal, al lado del rio, siempre hay vida. Muy de moda este año está la cuerda floja, una cinta que se tensa entre dos árboles. Luego saltas encima y juegas con los botes que das. Vistoso entretenimiento. En la calle tío ñoño, perdón, Pio Nono, terrazas y bares, restaurantes para elegir. Músicos callejeros amenizan el ambiente. Si pides una cerveza, una jarra de medio litro es estándar- nada de cañas. Si pides una caña, te traen un vaso de vino. Pero no solo se bebe, también hay cultura, galerías, espacios creativos, varios teatros.  Muchos artistas viven en el barrio, mi casero es pintor, al lado vive un auténtico mago.
Hace unos días, paseando, veo la puerta del Teatro Cinema abierto, un cartel anuncia la presentación de un libro, un libro sobre una alemana. “Ingrid Olderock, la mujer de los perros” se llama el libro. Ya que no tenía nada que hacer en particular, entraba a curiosear. Relata la autora del libro, la periodista Nancy Guzmán, que Ingrid Olderock es hija de una familia alemana de ideología nazi, que emigró  a Chile en 1946. Ingresó Ingrid en la DINA, la secreta de Chile, en el 73, con el golpe de Pinochet. Era una de las pocas mujeres que trabajaban en los centros de detención del régimen. Instruía a otras mujeres en el arte de la guerra sucia y en interrogatorios. Pero ahí no se quedó la cosa. Ingrid tenía un perro, un pastor alemán, de nombre Volodia. Y la muy hija de puta se empeñó en adiestrarle al perro a violar a las prisioneras. En una mansión en la calle Irán 3037, llamado “venda sexy” el pobre animal obedecía a las órdenes de su dueña entre risas y aplausos de los guardianes. Salí del teatro con ganas de vomitar.  Es un episodio siniestro, pero es parte de la realidad y del pasado chileno. Y está bien que no se cubra con un tupido velo del olvido estas atrocidades, sino que se mantenga vivo el recuerdo, para que nunca más se vuelvan a repetir.
Un cálido abrazo desde el país de las frambuesas
Victor Voltio

VIDA PERRA



Vida perra
Victor Voltio notas de un emigrante XLIII

Nuestras miradas se cruzaban por primera vez en un paso peatonal camino al trabajo por la mañana. Semáforo en rojo, esperábamos que se parase la riada de coches que bajaba la avenida entre nosotros. Estaba en la acera de enfrente. Guapa con su pelo castaño y su mirada tranquila. Ella bostezaba y yo también mientras nos mirábamos. Verde. Pisábamos la calzada cruzando en sentido contrario, yo pa´lla, ella pa´ca. Nada más, cada uno hacía su destino, si es que teníamos alguno. En una panadería a la vuelta de la oficina paré a comprar unas media lunas, como se llaman aquí los croissants, para desayunar en el despacho mientras repaso los correos. Son muy ricas, con sabor a mantequilla - las medialunas quiero decir, no los correos. Al día siguiente, de camino para casa, la vuelvo a ver en el parque, quieta, tumbada en el césped, contemplando a la gente como pasaba. Me detengo y le digo: “ven, que te invito a cenar. ¿Te apetece?” Me miraba con su mirada profunda sin decir nada y le insisto sonriendo: “ven, que vivo cerca, así no ceno sólo y ya veras, te gustará”.  Le hago una seña con la mano con una leve inclinación del cuerpo como invitándola y por fin se pone de pie para acompañarme. En el camino me mira alguna vez de reojo como valorando si se puede fiar de mí y parece que me da el visto bueno. Y sí, llegados a casa, pasa por el umbral de la puerta sin hesitar. Mientras preparo la cena, le cuento cosas de mí y puesto los platos, come de buenas ganas y al poco rato se acomoda y se queda dormida sin decir ni buenas noches. Por la mañana, cuando despierto, ya está esperando sentada en el pasillo para que le abra la puerta para poder marcharse. Le acaricio el lomo, abro y se marcha sin mirar atrás con el mismo semblante como se ha venido. Le sigo con la mirada como se aleja por la acera y vuelvo a mi rutina cotidiana.

 
La verdad es que los perros urbanos de Santiago se merecen un cuento y un homenaje. Hay muchos, miles, bien, cientos de miles, seiscientos mil decían el otro día en el periódico y están en todas partes, solitarios la mayoría, en grupos de tres o cuatro a veces, pasando el día en las entradas del metro, en los parques, en la calle. No tienen amo ni lo parecen echar de menos. Sin embargo, no son perros harapientos, no, se les ve bien alimentados, sanos, el pelo brillante, como recién salido de la casa que no tienen. A muchos se les nota la descendencia: a unos se les ve los genes de pastor alemán, a otros el Setter, hasta algún Bóxer de linaje bastante clara está entre ellos. Son de tamaño medio a grande, perros falderos no se ven, la calle no es su habitat. En la estación de autobuses, que fui el otro día, había por lo menos veinte que conviven con los empleados, los barrenderos, los policías y los tenderos.
Lo que sorprende es la tranquilidad con la que participan en la vida urbana. La vida canina es como una vida paralela a la de los humanos y la convivencia parece funcionar sin altercados. Pocas veces se les oye algún ladrido. Parece que saben buscarse el sustento, viven sin prisas ni sobresaltos, de siesta en siesta. Son perros de nadie y, de algún modo, perros de todos. En invierno, con el frio, muchos de los de pelo corto vestían mantas, abrigos que les protegen del frio. Alguien se los debe de poner. Y quitárselo en primavera. No he visto la abuela de turno poniendo un plato de comida para los animales en la esquina, ni he pisado una sola vez una caca de perro como te puede pasar en cualquier ciudad. Tampoco se ven platos de plástico vacíos volando por ahí donde alguien les haya dejado comida. Pero parece que no les falta de nada. En mi calle vive un grandulón negro como el azabache, mayorcito ya. Nos saludamos cuando nos vemos como lo haría con un abuelo sentado en un banco tomando el sol. ¿Saldrá en mi defensa por si me sale un villano para quitarme lo que llevo de camino a casa por la noche? Tengo mis dudas. Pero le dejo algún bocata con paté de vez en cuando, por sea caso.
Victor Voltio


Octubre de Gloria



VV XLII
Notas de un emigrante
Octubre de Gloria
Hoy iba a contar como nace la primavera de Santiago en las calles del barrio donde vivo, como los árboles, los arbustos, setos  y demás plantas compiten en a ver quién echa las flores más bellas y las fragancias más esplendidas para alegría de los vecinos. Las calles se llenan de encanto sólo comparable con la época del azahar, cuando echa flor el naranjo en las ciudades españolas del Levante y del sur. También iba a relatar mis impresiones de un viaje de oficio a la región de los lagos en el sur de Chile, Villarrica, un paraje exuberante de vegetación dominado por un volcán de líneas perfectas, vestido de blanca nieves y echando humo como un anciano fumando su pipa.
Pero la verdad es que no me puedo reprimir hacer algún comentario a las noticias que me llegan de España y me llenan de alegría. EL PAIS habla de la semana negra de la corrupción. 51 detenidos del ámbito político, el asunto de las tarjetas de barra libre de Bankia, el enriquecimiento ilícito del clan de los Puyol, impulsores de la fundación de la ética política como colmo de la hipocresía, etc. etc.
Yo hablaría más bien de un octubre de gloria para el pueblo español. ¿Será que por primera vez en décadas, pero que digo, en siglos, que no se sale impune desvalijando al pueblo y quedarse tan ancho? Pero parece que ya no cuela tan fácil. ¿Será que España por fin se sacude y se quita de encima los vestigios del feudalismo tan arraigados en las castas gobernantes e impresos en el ADN de los gobernados? Si siempre había sido así, la sociedad se componía de amos y de siervos desde los tiempos más remotos, la aristocracia de antaño lo imponía con la espada y por ‘derecho divino’ y la educación en manos de la iglesia inculcaba sumisión y obediencia al poblacho para evitar el fuego eterno en las parrillas del infierno.  Con la democracia tomaba el relevo la partitocracia, fingiendo representar el pueblo y manteniendo las estructuras ancestrales. Y el pueblo, poco experto en menesteres democráticos, picaba. A votar y a bailar. El ejecutivo se hacía con el mando de los instrumentos de vigilancia y control: el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional, los Ombudsman, el Banco Central, la Junta de Energía Nuclear, los Organismos Reguladores y la Fiscalía General del Estado, entre otros, además de influir en el nombramiento de la cúpula del Poder Judicial, tal como se afirma en el estudio sobre la integridad política institucional en España, llevada a cabo en 2012 por Transparencia Internacional a cargo del proyecto ENIS, financiado por la Comisión Europea.
 Vamos, los lobos se controlaban a sí mismo y los zorros hacían de guardianes del gallinero. Los votos se lo llevaban populistas como Gil y Gil, inolvidable entre otros por su programa en Telecinco ‘desde Marbella con amor’ donde se presentaba sentado en una piscina, cadena de oro sobre su velludo pecho, flanqueado por dos bellezas en bikini que con cada gracia que hacía el entonces Alcalde, con sus risitas dejaban bailar sus tetas a la altura de la cara del cacique. Así daba gusto hacer política. Ahora, gracias a la valentía de cuatro jueces que siguen adelante con sus intentos de poner luz en las tinieblas jugándose su carrera profesional y una fuerza política emergente que amenaza poner en peligro el equilibrio político establecido dando un meneo a las encuestas, parece que algo está cambiando. Al poder en función le está empezando a dar pánico el avance de ‘podemos’, como si de una fuerza subversiva se tratase. También cabe dar las gracias a la guardia civil que actuó con destreza. Puede que haya servido de lección a la Benemérita que tenían que detener hace años a su propio jefe supremo por ser el rey de los ladrones.
¿Ya no habrá comidas de negocio, donde se reúnen 6 o 8 machos alpha ibéricos para hablar en un ambiente distendido  sobre el cómo apoderarse del dinero ajeno, de las arcas públicas? Asistían constructores y políticos para repartir encargos y comisiones. Con una profesional debajo de la mesa con mantel para aplicar mamadas y pajas a los comensales. El que se delataba por una reacción inapropiada en el momento culminante, tenía que pagar la velada. Diversiones de machos alpha, vamos,  pero también un examen. Los que se metían en los ajos de los negocios de robar al pueblo tenían que demostrar que eran capaces de mantener la compostura en las situaciones más adversas como la de estar contestando preguntas a periodistas impertinentes sin pestañear. En Zaragoza, estas reuniones tenían lugar, entre otros, en un restaurante de lujo en las cercanías de la capitanía en la plaza Aragón. ¿O sólo quedarán suspendidos hasta que pasemos página? Intento imaginarme algún representante de ‘podemos’ en una reunión de estas y no lo consigo… con la cara de vegetariano que tiene alguno… razón demás para votarles. Mujeres en cargos públicos tampoco cabían en estas veladas. Es que las mujeres siempre dan mal…
Espero que como regalo de navidad caigan unos 20, 50, o 100 corruptos más y no les dé tiempo de sustituir a los jueces que trabajan en ello. Siempre se agradecen las buenas noticias.
Queda pendiente el cuento de las tierras de los volcanes y otros muchos más. Ay, parece que en el hemisferio sur la tierra gira más de prisa…
Un abrazo
Victor Voltio