VV XXIV
Noches de luciérnagas
¡Qué maravilla! Observo en el jardín de la casa a las luciérnagas
que bailotean por la oscuridad de la
noche en busca de novia para reproducirse. Es una de las noches contadas, cálidas
y agradables, que se producen en Alemania más bien por error en el GPS de San
Pedro. ¡Qué envidia! ¿Será que no ligo porque no me brilla el trasero como a
las luciérnagas si voy volando por ahí a ver si se me cae una mariposa en
brazos? Precioso espectáculo en el jardín, disfruto de los placeres ajenos y me
vuelvo al ordenador a falta de pareja para reproducirme… cosas de la vida.
Un amigo me dice
en una visita relámpago a España que en mis epístolas me meto mucho con España,
que España sin la picaresca no es imaginable. ¡Ay, amigo, tu como maestro de la
pluma clásica, claro está que estás pensando en el pícaro del siglo dieciséis,
el lazarillo que le manga un trago de vino al ciego o un cacho de queso a su
amo para sobrevivir! Pero yo, como autónomo,
el esclavo moderno del siglo 21, estoy hablando de los pícaros del siglo
21, los que estafan y roban a los ciudadanos para vivir de puta madre sin
trabajar, no para sobrevivir, sino para pagarse el todoterreno con cuatro tubos
de escape, las putas y el champán. Y los esclavos nos empapelamos la pared de
la oficina con pagarés sin fondo. En el siglo XVI, el pobre robaba a los ricos
para comer, ahora el rico roba a los pobres sin el más mínimo escrúpulo para
que su mujer vaya en Jet privado de compras a Milán. Pequeña pero importante
diferencia. Pero la total ausencia de escrúpulos del pícaro del siglo 21 se
basa en la romántica idea del lazarillo, y hasta las victimas lo aceptan: me ha
engañado, ha sido más chulo que yo, me lo he merecido por tonto. Eso vale a
nivel personal tanto como a nivel político. ¡Que disfrute el más chulo y que se
joda el honrado!
¡Qué más quisiera
yo que echarle flores, alabos y piropos a mi querida España! Pero me lo pone
difícil. ¿Quieres que le eche flores a Bárcenas por listo? ¿A Roca? ¿A Camps?
A…a…a… No, no lo creo. Me entran ganas de sacar un chorizo al mercado con la etiqueta:
“Chorizo Bárcenas- denominación de origen Soto Real- 100 % chorizo ibérico” y
para mí, la crisis se habría acabado. Seguro que se vendería como rosquillas.
Sí, que me meto mucho con España, claro, como no, es que la quiero mucho y
quiero que esté bien. Soy el amante desesperado al que la querida no le hace ni
puto caso y sufro la desdicha igual que millones de parados más. Mientras
tanto, ella se deja encandilar por los chulos, menea las caderas y hace como
que no se entera de lo qué está pasando. Como no voy a decirle: “Espabila, mi
amol, ¿no te das cuenta que te engañan?” Volveré a hablar bien de ella cuando
en los pueblos la persona más apreciada será el que mejor cante la jota y no
aquel que tenga el coche más grande. Volveré a hablar bien de ella cuando se dé
cuenta que el tiempo vale más que el dinero. Volveré a hablar bien de ella
cuando se acuerda de que la felicidad no está en los centros comerciales. Seguro
que sabes que gritaba la gente en la época de Fernando séptimo cuando echaron a
los franceses: “ ¡Vivan las cadenas!”. Estamos en lo mismo, pero hoy, 200 años
más tarde, las cadenas no son de hierro, son de oro y el oro pesa más que el
hierro.
Dentro de lo que
cabe, un feliz verano a todos. Me he fijado que este año nadie habla de las
vacaciones- unos se callen, porque no les llega para ir a ninguna parte, otros
se callan por que sí que les llega…