Victor Voltio
notas de un emigrante XXXVIII
Procesos de
adaptación
Pasan las semanas y uno se va adaptando, familiarizando
con el ambiente, con la mentalidad del país anfitrión, como siempre que llegas
a un sitio nuevo. Los chilenos son gente seria, no les va la sonrisa fácil ni
suelen convertir en chistes los problemas que les rodean. En las tiendas, los
restaurantes, te atienden con amabilidad, pero si te toca una camarera con
chispa y una sonrisa en los labios, casi seguro que es colombiana. Los chilenos
son serenos, más espirituales, abundan en la ciudad ofertas de servicios como
Yoga, sicología transpersonal, meditación, evolución mental, tiendas de
productos biológicos, ecológicos y de vida sana. En las zonas peatonales no
faltan los grupos de Hare Krishna y símiles tocando campanitas y otros
instrumentos que no me suenan ni los nombres, cantando sus mantras promoviendo
los encantos y la gracia de una vida más allá de la realidad cotidiana de la
economía del mercado. No es como en el Nepal, en el Himalaya, el ambiente es
mediterráneo, eso sí, pero no sé, ¿tendrá que ver algo la altura de las
montañas? Es que los tienes ahí, al ladito no más. Sales de la ciudad y te
subes a 4, a 5 mil metros de altura en un periquete. Vamos, estas más cerca del
cielo que en cualquier parte de Europa. Posiblemente será más fácil que en
Europa de encontrarse en la montaña con algún ángel sentado en una roca
esperando que se le enfríen las alas o al mismísimo dios contando las ovejas
que le quedan.
O coges el coche y
te acercas al mar en apenas hora y media. Y ahí está: EL PACIFICO: tremendo,
inmenso, poderoso, que nombre más desacertado, de pacifico no tiene nada, ten
cuidado, como se cabree, te despacha un tsunami que ya puedes echar a correr. Esto
sí que es una costa brava. El mediterráneo es un charco dormilón comparado con
esto. Pero atrae, es poder, es la vida misma. Es que aquí todo es un tanto más
grande, más alto, más tremendo y, por sea caso, más peligroso. Como para contar
un chiste. Es el entorno que marca los códigos y define el carácter, el arte,
el modo de ser de un pueblo, como observaba ya hace tiempo el antropólogo
alemán Klaus Dillenberger en su librito “cosas de la vida”.
Me han preguntado algunos por email como están las cosa
por aquí, en temas de trabajo. Sí que hay posibilidades. Hay una demanda notable de técnicos con
conocimientos, experiencia y vocación. Fontaneros, electricistas, albañiles,
ingenieros. Y se paga bien. Pero ¡ojo!, no es que el español tenga muy buena
fama especialmente. Se les entremezcla a
los chilenos el recuerdo histórico de los conquistadores que se llevaban todo
lo que brillaba a hostia limpia con las noticias recientes de la actualidad
española, donde la corrupción, la estafa, la mentira marca la imagen que se
percibe. . Se puede entender que estén un poco reservados al respecto. Voy
preguntando y se me dice: “Es que son muy prepotentes. Ya nos hemos librado de
ellos una vez, hace 200 años. No hace falta que vengan otra vez para contarnos
lo que tenemos que hacer”. Y tienen razón, la deuda externa de Chile está por
el 12 % del PIB, y la de España… bueno,
mejor que cambiemos de tema. Pero que tenga muy claro todo aquel que se plantee
buscarse el sustento en Chile, que no viene a “hacerse las Américas”, sino que
viene a buscarse el pan de cada día. Entonces sí que puede que le vaya bien. El
que viene a trabajar honradamente, será bien recibido. Un poco de humildad no
le va mal a nadie. Consta que en el 2013 se han venido 38.000 españoles a
quedarse aquí para trabajar, pero no hay datos cuantos hayan fracasado en el
intento. ¿Os acordáis como se llamaban a
los ecuatorianos que venían a trabajar en la obra de España hace diez años? Los
‘poquemon’, por lo bajitos, anchos y fuertes que estaban. No me he enterado
todavía si les han puesto un mote a los españoles aquí.
Lo de la Sacyr en Panamá no es que haya ayudado a
fomentar la buena fama de la empresa española: “Es que había más fango de lo
previsto, que ahora cuesta 1400 millones más hacer el canal”. En toda Sudamérica
han tomado nota de ello y se preguntan si el fango está en el subsuelo del
canal o en la mente de los directivos de Sacyr. No, aquí se pide seriedad. Y
saben lo que hacen: Viene un terremoto de 8.mucho y a las casas en Santiago no
se les cae una sola teja. Se menean y se quedan como estaban, como en los
tiempos de los Incas. Eso sí, tendrás que comprar vajilla nueva, que no queda una
sola pieza sin romperse. Bueno para el PIB. Lo de los terremotos es chocante:
en el del 2010, toda la ciudad de Valdivia se quedó desplazado unos tres metros
para el oeste en el mapamundi, según datos de la NASA. Como si nada. Como el
toro mecánico en las fiestas de España, pero a lo bestia, que se menea todo, el
toro y todo el recinto de ferias.
Acabo de enterarme (me estaba comiendo un perrito
caliente en un resto que tiene tele) de un terremoto en el norte, por Arica. 7,9
escala Richter con tsunami de postre, vamos, un meneo serio. Me entero por el
telediario, aquí en Santiago no se ha notado nada. Claro, para que nos entendamos,
Arica está, pues, a una distancia como Múnich de Madrid, a unos 2.000 km de aquí
y sigue siendo el mismo país. Tal como dije antes, aquí todo está un poco más
grande, más alto, más lejos. Las distancias y los perritos calientes, que se
parecen más a un mastín que a un perrito…
Hasta pronto
Victor Voltio
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