Victor Voltio XXXVII
Desde lejos, pero presente
La vida se vuelve rutinaria. Me voy a la oficina por la mañana, hago lo que
toque, vuelvo a casa al caer la noche, hago alguna compra, ceno y me dispongo a
leer o, si me veo con ánimos, a escribir. Los intentos de ver la tele son igual
de frustrantes que en España – la misma regla: cuando más canales hay para
buscar un programa, menos contenido te encuentras. Menos mal que me he venido
con una Tablet lleno de libros, me tumbo en la cama y desaparezco en la
lectura. Acabo de terminar el último libro de Antonio Salas, ‘Operación Princesa’, un thriller
apasionante y muy recomendable, en clave de novela te cuenta sin tapujos como
están las cosas en España, un entramado de nepotismo, corrupción, puticlubs y
cocaína, políticos y policía. Mira que bien te lo puedes pasar si solo piensas
en ti mismo y no en las que se quedan por el camino. Sex and Drugs and Rock and
Roll, como cantaba Ian Dury hace ya 35años y es la España actualísima. Se lo ha
currado Salas con su nueva investigación undercover y por lo que dice, hasta que
acabó en la cárcel alguno de los protagonistas. Me quito el sombrero ante la
valentía de este hombre. Todo un guion de película.
Ahora me estoy terminando ‘patente
de corsos’ de Arturo Pérez Reverte, donde entrelaza su muy peculiar visión
de la historia de España en dieciséis capitulillos desde los tiempos de los íberos
hasta hoy con artículos sobre la actualidad en vigor. El librito no tiene
desperdicio y Pérez Reverte se despacha a gusto. Poco tiene que ver su manera
de contar la historia con lo que se aprende en los institutos sobre el glorioso
pasado nuestro y me atrevo a decir que sería para bien si se enseñara historia
en los colegios de la manera como él lo relata. Más divertido seguro y más
instructivo, también. Ahí no hay alumno que se aburra. Si yo a veces en mis
epístolas he criticado la realidad que me rodea, pinchando tímidamente con una
agujita en el globo de la idiosincrasia española, Pérez Reverte coge la espada
de su famoso Capitán Alatriste, reparte a diestro y siniestro y no deja títere
con cabeza. Se le ve muy, pero que muy harto de lo que se aguantan todos los
ciudadanos. Y eso sí, es uno de los pocos que tiene claro que son los propios
ciudadanos que tienen que enderezar el camino de España. Uno más que se apunta
a la Rebelión de los Honrados. Le parece demasiado simplista echarle la culpa a
la Merkel y ya está. Hay mucho que viene guisado en casa desde hace siglos.
En fin, el sabado tengo cita ante la embajada de España aquí en Santiago,
para apoyar desde lejos el esfuerzo de las personas que llevan unas semanas de
camino a Madrid con las marchas para la dignidad para expresar su indignación y
para reindivicar un nuevo concepto de organización social, a derrocar al dios
dinero y para sustituirlo por conceptos de solidaridad y sentido común. Se han
convocado manifestaciones solidarias en muchas ciudades del mundo. Otro paso
más en el camino para la revolución de los honrados. El gobierno de Madrid va
preparando a las tropas de los antidisturbios para hacerle frente a la
muchedumbre de ‘comunistas y antisistemas’, pero cada vez hay más policías
mirando de reojo a través del visillo de sus cascos si no se encuentran, ahí
enfrente, donde se supone que tienen que dar con las porras, a sus padres, sus
abuelos o a sus hermanos.
Ayer asistí a la
manifestación aquí en Santiago de Chile… bueno, para llamarlo de alguna manera.
En Berlín, aún se congregaron varios cientos de personas en la puerta de
Brandenburgo, pero aquí estábamos tres, una parejita joven y yo y, decir la
verdad, nos invade cierta sensación de hacer el ridículo. Algo parece que
fallaba en el ‘marketin’ del evento. De los 38.000 españoles que emigraron a
Chile tan sólo en el 2013 en busca de trabajo, pan y techo, (el lema de la
marcha) ni uno se ha asomado ni disimuladamente al lugar. Al parecer, aquí cada
uno lucha por su cuenta y en beneficio propio.
Como de costumbre.
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