Desde
luego, es ventajoso tener cierto dominio del alemán cuando se
pretende buscar refugio de la crisis española en tierras germanas.
Tengo la suerte de disfrutar de este privilegio y entiendo el
esfuerzo que significa el apoderarse de semejante universo de
lenguaje para un ajeno. Principal causa de dolor de cabeza para el
iniciado en tal tarea son las palabras compuestas que tanto se
emplean y que otorgan una riqueza singular al idioma teutón, aunque
difícil de descifrar para el principiante. Palabras que ilustran y
definen su contenido con precisión y pocas letras. Permiten que el
idioma crezca y evolucione. Cualquiera está libre de inventarse la
palabra que le haga falta para expresar su pensamiento, componiéndolo
de los elementos precisos para plasmar su idea. Algunas creaciones
encuentran su camino y aceptación hasta en otros idiomas por la
exactitud de su contenido. “Zeitgeist”, para nombrar solo uno, el
espíritu reinante en un lustro o una época, se utiliza por los
pensadores de muchas lenguas.
El
escritor en alemán se llama ‘Schriftsteller’, un compuesto del
substantivo ‘Schrift’ (letra, escritura’) y el verbo ‘stellen’
(poner), el que pone o compone las letras sobre una hoja, generando
un texto. Al compositor se le puede llamar ‘Tonsetzer’ un
compuesto del substantivo ‘Ton’(sonido) y el verbo ‘setzen’
(sentar), en la imaginación uno le ve al compositor como coge las
notas una por una y los sienta con cuidado en las líneas del
pentagrama, tal como se sientan los pájaros en las líneas del
tendido eléctrico y empiezan a cantar.
Me
haré un cursillo en “zielorientierte Gesprӓchsführung”, quiere
decir, en el arte de llevar una conversación hacía la meta que uno
se propone y llevarse el gato al agua. Todo eso se expresa en un
adjetivo y un substantivo. Punto. Espero del curso aprender a
pronunciarlo sin tartamudear por lo menos.
Pero
no todas son creaciones preciosas ni precisas. Como te metas en el
área de lo afectivo, o, para más inri, en lo sensual, el alemán
empieza a patinar como una abuela en una acera con hielo. Ya comenté
en alguna tertulia que el sinónimo alemán para la palabra española
‘pasión’ es ‘Leidenschaft’, un compuesto del sustantivo
‘Leiden’ (sufrimiento) y el verbo ‘schaffen’ (crear,
generar). Es decir, la pasión es un estado anímico que genera
sufrimiento. A menudo he oído decir que el pueblo alemán tiene fama
de racionalista, de poco apasionado. ¿Cómo puede ser de otra
manera, si la propia palabra indica de forma tan tajante el peligro
que conlleva apasionarse? Que la pasión abarca algo más que
sufrimiento lo pasa por alto el término. ¿Dónde queda el encanto,
el poderío capaz de mover montañas, que genera la pasión?
¡omitido! ¡Pero los hay peores! El pezón, elemento del cuerpo
femenino de lo más tierno y sugerente, cuyo tacto estimula la
libido, le dispara al macho la testosterona y despierta el instinto
reproductor, en tierras de Goethe y de Rilke lo llaman ‘Brustwarze’
¡verruga de pecho! ¿Todo niño recibe su alimento vital de una
verruga? ¡por favor!¿Cómo es posible que no se hayan volcado
poetas y escritores en pro de eliminar semejante aberración del
vocabulario? ¿Proponiendo una alternativa algo más sugerente
quizás? Enfrentado a semejante monstruosidad de termino, la libido
emprende la huida corriendo, ¿Qué remedio le queda? Al parecer,
entrando en el terreno de la sensualidad, la lengua germana pierde
acierto y encanto. Seguiré investigando…