Victor Voltio XLV
Sabores de chile
¡Otra vez! En el tren de Santiago
a Chillán el camarero pasa el carrito vendiendo chuches y refrescos y le pido
un botellín de agua. Me enseña amablemente las botellas y pregunta: “¿Con gas,
sabor a manzana, frutilla o cereza?” “¡con
sabor a agua, si puede ser!” le gruño yo
como respuesta. Pues no podía ser, tocaba agua con sabor a manzana. No es que
sea yo gruñón por defecto, pero esa manía de dar a un producto el sabor de otro
me desquicia. Con el agua anda que va, está muy rica con un toque de fresa,
frambuesa o incluso de pepino. Eso está bien, pero el otro día entro en un
cafetería, pido un café y me pregunta la mesera: “¿lo quiere con sabor a
vainilla, caramelo o chocolate?” y se me escapa un: “¡joder, con sabor a café,
por el amor de dios!” En fin, a veces cuesta un poco amoldarse a las costumbres
de otros países, y a veces cuesta un poco más, como cuando entré en una
tabaquería para comprar eso, tabaco. Se lo pido a la vendedora y me pregunta
amablemente… bueno, ya os lo podéis imaginar: a elegir entre sabor a chocolate,
vainilla, anís, guiski... “¡quiero tabaco con sabor a tabaco!!” le grito yo a
la pobre mujer, pero luego le pido disculpas por mi desliz y consigo que me
venda un paquete de tabaco con sabor a tabaco. Ya me veo que algún día
comprando tomates en el mercado, la vendedora me preguntará: “¿Los quiere con
sabor a pepino o a plátano? ” Y no exagero- la compañía Starbucks Café acaba de
sacar para el deleite de sus clientes un café con sabor a ¡cerveza!!
Cumplido la tarea en Chillán (a
un agricultor ecológico le ponemos un sistema de secado solar para secar arándanos,
menta y manzanilla), cojo el autobús nocturno (¡ojo! Aquí no se coge, se toma el autobús, coger es otra
cosa) rumbo a Villarrica, 800 km más al sur para otra visita de oficio. Los
autobuses en Chile son cómodos, en la categoría ‘salón-cama’ tienes una butaca
reclinable hasta casi horizontal, se duerme bastante bien y se llega al destino
más o menos descansado. Dormitando me achaca una vez más mi pesadilla chilena: en
el sueño entro en un local y pido una cerveza. La minifalda que atiende me
pregunta con su voz de campanitas: “¿el zeñó quiere la cerveza con sabor a vino, a café o a
puré de patatas?” Me abalanzo sobre ella con el grito “¡con sabor a
cervezaaaa!” y la estrangulo con una servilleta perfumada con olor a coco con
lima para acabar mis días en un manicomio de mala muerte en el desierto de Atacama
chupando una piedra de sal ecológica de la región con sabor a yogur de mango de
la mañana a la noche. Con cara de lelo y la mirada vacía miro a través de los
barrotes a la cordillera hecho de pastel
de choclo sin verla y me da igual que el Cóndor vaya pasando las veces que
quiera con toda su familia.
Me despierta del trance una
película que ponen en las pantallas del autobús: ‘Mundos lejanos’, producido
por el Cirque du Soleil. Una maravilla, una especie de Alicia en el país de las
maravillas de las artes circenses, un despliegue de color, arte, vestuario y
escenografía como no se ha visto desde ‘Ran’ de Kurosawa en el siglo pasado. Mientras
acompaño a la protagonista en busca de su príncipe trapecista en los escenarios
más fantásticos, se me olvida hasta el café con sabor a cerveza.
Llegado a Villarrica busco la
pensión donde me reservaron alojamiento (en el oficio de energía solar no da
para alojarse en hoteles de primera), me instalo y abro la ventana de la
habitación. Me quedo boquiabierto ante el panorama que se me presenta:


Un 2015 estupendo para todos
Victor Voltio