En fin, como era
de temer, la nueva ley de energías renovables que sorprendió al sector solar alemán
me ha dejado sin el trabajo esperado, en vez de contratarme a mi, la empresa
decidió reducir plantilla hasta que se pasen los nubarrones. Me vuelvo a Stuttgart, la casa de una amiga, mi
base de operaciones para la conquista de Alemania. Visito al Arbeitsamt, el
Inem de ahí, para ver opciones de trabajo. Impactante, no hay clientes, no hay
filas. Las empleadas en sus despachos luminosos, sacando punta a los lápices o
jugando al solitario en el ordenador con cara de estar trabajando. Me atienden
con esmero y un café. Cuento que vengo de España y se les ilumina la cara “Ah,
de España”, distintivo positivo, no cabe duda.
En el sur de Alemania hay casi
pleno empleo, pero en Berlin es otro cantar, el reino del subsidio. Pero para
que se muevan por mi, tenía que haberme dado de alta en el paro en España. Sin
eso, ni pipas. Eso si, me pasan un archivo digital con enlaces de portales de
Internet de empleo, 6 páginas con cientos de portales con ofertas de trabajo,
por gremios, oficios, regiones a elegir para que me busque la vida.
Impresionante, y real. Hasta que me salen ofertas de empleo en .. España!!
Parece mentira. En la web del Inem español no me salía nada… Tiene coj.. En fin.
Cojo el coche
para desplazarme a Frankfurt a una entrevista y me meto en la Autopista rumbo al norte.
¡Ojo! ¡Hay que estar mentalizado! ¡Nada de límite de 120! Barra libre para los
cochazos. Si hay tres carriles, en el de la derecha van los camiones y los
jubilados, en el del medio, los normalitos que ruedan a unos 140, 150 km por
hora. Si vas a 120, eres un obstáculo y un peligro para todos, para los demás
conductores, el pib y el futuro. ¡Atento! Ni se te ocurra meterte en el carril
de la izquierda sin mirar atentamente el retrovisor. Pasan como balas. A menos
de 180 por hora, ¡no pintas nada en el carril izquierdo! Eso hay que tenerlo
muy claro si quieres terminar tus primeras semanas en Alemania con vida. A nada
que te coloques en el carril izquierdo con cara de inocente, ya tienes metido a
otro coche pisándote el maletero porque va a 200+. Síndrome Schumacher, lo
llamo yo. Si la Autopista sólo tiene dos carriles, lo normal es que haya
atasco. No está demás llevarse de viaje un libro para leer, por sea caso. En la
radio, después de las noticias pasan el parte de tráfico con los atascos
actuales y el informe suele tardar más que las propias noticias. Y eso que sólo
dan parte de los atascos con más de 4 kilómetros de largo….En fin, al principio
es un poco estresante, pero luego te acostumbras, siempre que tengas un coche
para competir. Si no, metete entre los camiones y sin prisas y con musiquilla,
que no pasa nada. Llegar, se llega. Un entendido en la materia de
desplazamientos me explica:”Aquí, en Alemania, solo se puede elegir entre
atascos en la autopista o retrasos en el tren. Hay que tenerlo en cuenta si
quieres llegar a tiempo a una cita importante y estás acostumbrado a la
puntualidad del AVE en España. Lo tendré en cuenta. Saliendo de la autopista
llegaras a las carreteras nacionales que, en general, están en buen estado, pero
cuando llegas a las regionales, comarcales como se llaman en España, hay que
andar con cuidado. Los quitamiedos oxidados y el firme más parcheado que el
manto de un mendigo. Por lo menos está liso el asfalto, no hay baches, trabajan
bien, los ‘bachateros’, aunque posiblemente escuchen polkas en la radio o
folklore turco, según. Comento en un bar tomando una cerveza que las carreteras
de España las veo en mejor estado y me contestan: “¿Claro, y tu quien crees que
lo ha pagado?” Me sorprende que los contribuyentes alemanes lo tengan tan claro
que de los 150.000 miliones a fondo perdido que ha recibido España desde su
integración en Europa, 50 mil hayan salido de sus bolsillos.
Paso por el pueblo de mi infancia, al lado
de una carretera federal a la entrada del pueblo hay un campo con flores
cultivado por algún jardinero para que la gente se las lleve si quiere. Lirios,
Rosas, Narcisos, Campanas de primavera, lo que de la temporada de si. En un
poste sólido hay fijado una lista de precios y una caja de hierro tipo buzón
para echar el dinero correspondiente a las flores que te llevas. Una especie de
autoservicio de la flor. No hay ningún vigilante. Lo vi por primera vez en una
visita hace unos diez años y con alegría veo que sigue ahí. Parece que funciona
el concepto, el jardinero debe de incautar lo suficiente como para seguir
plantando, la gente lo valora, paga y disfruta de las flores que recoge a un precio
módico y de la belleza que brinda el campo del jardinero al viajero que llega
al pueblo. Ahora se ven campos de estos en bastantes sitios. Por lo visto, la
gente se sirve y aporta. Se lo cuento a mis amigos españoles y la respuesta era
la de esperar:- “Uii, esto, aquí, arrasarían con las flores en un día y además,
se llevarían la caja y hasta el palo, jajaja”… Me quedo entristecido y me callo.
¿Qué voy a contestar? ¿Será que un simple y bello campo de flores pueda delatar
una de las causas del desastre español? El egoísmo y la codicia, como elementos
condicionantes de la idiosincrasia nacional, destructivo y contraproducente. La
picaresca se entiende como deporte y no como delito. El que te paga tu trabajo
con un pagaré sin fondo se siente orgulloso de haberte estafado en vez de
sentir vergüenza. Localizo al jardinero y me confirma que incauta lo suficiente
para poder comprar bulbos y seguir plantando. “No saco mucho, pero me gusta y
anda que no queda bonito” me dice. Lo comento con conocidos y me dicen: “Si,
por supuesto pongo algo cuando cojo flores, porque si no, el campo desaparece y
sería una pena, es cosa del sentido común”–. Me viene a la mente la frase célebre
del refranero español: ‘Ay, el sentido común, el menos común de los sentidos’.
En fin, dejémoslo en que la culpa de la
crisis en España tiene la Merkel por no abrir la mano, estando sentado sobre
sus sacos de oro como el tio rico del pato Donald…
¡Mentira! En Alemania tampoco está el
horno para bollos, aunque eso sí, se han ido preparando a tiempo para lo que se
veía venir y han podido torear mejor la crisis. Parece mentira que en el país de los toreros
no se haya querido ver venir al toro. Pero de eso hablaré en las siguientes
notas.
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