Uno más que se ha
marchado a buscar su sustento en otros lares. Destino: Alemania y privilegiado
por ser profesional del sector de energía solar y tener cierto dominio del
alemán para poderse manejar en el más allá de la frontera. ¡Y menos mal!, como
luego se verá. Privilegiado también, porque el autor de estas líneas se va
llamado por un proveedor suyo, ofreciendo cobijo laboral a su cliente después
del finiquito a las energías renovables en España, primer gran hito político
del nuevo gobierno de resurrección económica en el camino al ¡paña va bien!
El aeropuerto de
Stuttgart, limpio y funcional, aunque menos esplendoroso quizás que los
terminales de Madrid o Barcelona. El ojo profesional se fija en la cantidad de
placas solares instaladas en las naves del aeropuerto, una vista espectacular.
Modernez. Futuro. Territorio Mercedes. El cielo, plomizo. Por lo menos, no
sopla tanto aire como en Zaragoza. Los Taxis en Stuttgart, los hay de todos los
colores y no todos son Mercedes como era de suponer. Hasta un Dacia Logan se atreve a ofrecer su servicio
entre tanto coche con estrella. Llegando
a la estación de tren me veo con un pedazo de escalera ancha tipo Hollywood para entrar, mis ojos buscan
una escalera mecánica para subir con mis dos maletas, pero va ser que no, a
tomar aire y adelante, cataclán, 40 peldaños sin perder la postura ni la
maleta. Luego me explica un nativo que sí, que hay ascensor, ¿no ha visto el
cartel? ¡Pues no! No he visto el cartel. Tomo nota que hay que fijarse en los
carteles, si es que los ves, por sea caso. En el hall, puestos de productos
regionales por doquier, Pan, Quesos, embutidos, aquello se parece más a un
mercado que a una estación. Al parecer, los nativos se hacen la compra de
camino a casa en la estación. Me acerco al tren que me llevará al lugar de mi
destino, de Mercedes country a territorio Audi, Nuremberg. ¿Alguien se acuerda
de la época antes del AVE? Un tren. Un tren de antaño, como el talgo, quizá, o
ni eso. Un tren, como los de antaño, con estos modelos en España ahora se
organizan recorridos nostálgicos para los aficionados. Un tren que te permite contemplar el paisaje,
tres horas para un recorrido de 250 km. Acostumbrado al esplendor de las
infraestructuras españolas me sorprende el aspecto austero y humilde de las
instalaciones germanas. El tren no solo te traslada en el espacio, parece
trasladarte también en el tiempo, me siento como en los años 80. Y no me
disgusta. ¿Realmente hace falta ir tan deprisa como en España? Si, de acuerdo,se
llega antes, pero se disfruta menos. Esto se parece más al mundo de Heidi que al mundo de Hei-tec, que me
esperaba encontrar en Alemania. Quiero llamar por el móvil a mis queridos que
he llegado bien, pero no hay cobertura en el trayecto, que si, que no, si, no,
ya llamaré luego. Me enrollo en una
conversación con un joven en nuestro compartimento ¿os acordáis? Los vagones
con pasillo, habitáculos de 8 plazas y rejillas encima de los asientos para las
maletas. El tiempo pasa volando como el
paisaje. Impactante la cantidad de casas equipadas con energía solar que se ven
en los pueblos. Se ven más placas solares que antenas de televisión. La estación de
Nuremberg. En el hall, como en Stuttgart, puestos de comida, para comprar y
para consumir. Sopa china, sushi japonés , kebap turco y, como oferta exótica,
salchichas alemanas. Otro tren estilo canfranero para mi destino final, Amberg,
en la Baviera baja, ya cerca de la República checa. El altavoz anuncia que, a
mitad de camino, el tren se separa- una
parte va donde voy yo, la otra parte va a otra parte. Menos mal que me entero
del aviso, que si no, yo también me voy a otra parte sin darme cuenta y no
donde pretendía ir. He tenido suerte,
llegamos sin retrasos. Lo de los retrasos de los trenes desconcierta,
acostumbrado a la minuciosidad del Ave de España. Me dicen, que aquí, el
viajero puede elegir entre atrasos en el tren o atascos en la autopista… En la
estación de Mannheim cojo un tren a
Colonia a la hora indicada en el anden indicado y el tren va para Berlin. Me
parece raro y pregunto al revisor: ¿este tren pasa por Colonia? Y me contesta: “Ha
habido un retraso, su tren venia más tarde. ¿no se ha fijado en el cartel?” Pues no, no me
había fijado, a pesar de tomar nota en Stuttgart que hay que fijarse. Iba
apurado. Con lo perfectos y meticulosos que pensaba que son los alemanes… Un
viajero que se compadece me explica que no es por dejadez de los empleados
ferroviários ni por caos en el sistema, que los retrasos de los trenes suele
ser por los suicidas que se tiran a las vias. ¡Ah! No hago más preguntas.
Me vienen a
buscar en la estación y llego por fin a mi destino, una empresa de energía
solar para empezar a disfrutar de una actividad laboral sin trabas ni pegas ni
retrasos. Pensaba yo. ¡Pues va ser que no! El día de mi viaje, el gobierno
alemán se sacó de la manga una ley de recortes a la fotovoltaica con tufillo
español: de sorpresa, exagerado de medidas y cortísimo de plazo. ¡Será para que
me siente como en casa, pienso yo! Pues menudo alboroto en el sector, pero este
tema me lo guardo para otro informe.
Los nativos del
lugar son amigables y risueños, recios, las chicas más guapas que los chicos,
se parecen un poco a los vascos. El que tengo enfrente de mi mesa, si habla por
teléfono, ya puedo abrir la oreja para entender lo que dice, un dialecto muy
cerrado, seguro que en España lo habrían declarado como lengua propia. Me alojaron estos días en una vivienda rural,
de estos con olor a caballo, estircol de vacas y leche. Está entre dos pueblos,
uno se llama ’Mausdorf’ o sea,’pueblo de ratón’, el otro ‘Speckhof’, que se traduce
’finca de tocino’….los nombres dan una idea de lo cosmopolita del lugar.
Casi sorprende que haya luz eléctrica, pero que vá, hay hasta interné. A
propósito de la luz- si alguien me sigue los pasos en busca de pan, no te
olvides llevar una linterna. Los alemanes se toman tan en serio lo de ahorrar
energía que por la noche no se ve ni pio. En los pueblos, una farola encendida
en cada cruce y punto. Bienvenido a la Baviera profunda. La ciudad de Amberg, muy bonita, centro medioeval, con
murallas como dios manda, un rio casi cristalino atravesando la ciudad, puentes
con techos de madera, ya no me encuentro en los años 80 sino en el siglo 17. A
este ritmo, la semana que viene, puede que me toca presenciar el nacimiento de
Jesu Cristo. Ya os contaré. Seguirá…
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