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domingo, 3 de febrero de 2013

notas de un emigrante I




Uno más que se ha marchado a buscar su sustento en otros lares. Destino: Alemania y privilegiado por ser profesional del sector de energía solar y tener cierto dominio del alemán para poderse manejar en el más allá de la frontera. ¡Y menos mal!, como luego se verá. Privilegiado también, porque el autor de estas líneas se va llamado por un proveedor suyo, ofreciendo cobijo laboral a su cliente después del finiquito a las energías renovables en España, primer gran hito político del nuevo gobierno de resurrección económica en el camino al ¡paña va bien!
El aeropuerto de Stuttgart, limpio y funcional, aunque menos esplendoroso quizás que los terminales de Madrid o Barcelona. El ojo profesional se fija en la cantidad de placas solares instaladas en las naves del aeropuerto, una vista espectacular. Modernez. Futuro. Territorio Mercedes. El cielo, plomizo. Por lo menos, no sopla tanto aire como en Zaragoza. Los Taxis en Stuttgart, los hay de todos los colores y no todos son Mercedes como era de suponer. Hasta  un Dacia Logan se atreve a ofrecer su servicio  entre tanto coche con estrella. Llegando a la estación de tren me veo con un pedazo de escalera ancha  tipo Hollywood para entrar, mis ojos buscan una escalera mecánica para subir con mis dos maletas, pero va ser que no, a tomar aire y adelante, cataclán, 40 peldaños sin perder la postura ni la maleta. Luego me explica un nativo que sí, que hay ascensor, ¿no ha visto el cartel? ¡Pues no! No he visto el cartel. Tomo nota que hay que fijarse en los carteles, si es que los ves, por sea caso. En el hall, puestos de productos regionales por doquier, Pan, Quesos, embutidos, aquello se parece más a un mercado que a una estación. Al parecer, los nativos se hacen la compra de camino a casa en la estación. Me acerco al tren que me llevará al lugar de mi destino, de Mercedes country a territorio Audi, Nuremberg. ¿Alguien se acuerda de la época antes del AVE? Un tren. Un tren de antaño, como el talgo, quizá, o ni eso. Un tren, como los de antaño, con estos modelos en España ahora se organizan recorridos nostálgicos para los aficionados.  Un tren que te permite contemplar el paisaje, tres horas para un recorrido de 250 km.  Acostumbrado al esplendor de las infraestructuras españolas me sorprende el aspecto austero y humilde de las instalaciones germanas. El tren no solo te traslada en el espacio, parece trasladarte también en el tiempo, me siento como en los años 80. Y no me disgusta. ¿Realmente hace falta ir tan deprisa como en España? Si, de acuerdo,se llega antes, pero se disfruta menos. Esto se parece más al  mundo de Heidi que al mundo de Hei-tec, que me esperaba encontrar en Alemania. Quiero llamar por el móvil a mis queridos que he llegado bien, pero no hay cobertura en el trayecto, que si, que no, si, no, ya llamaré luego.  Me enrollo en una conversación con un joven en nuestro compartimento ¿os acordáis? Los vagones con pasillo, habitáculos de 8 plazas y rejillas encima de los asientos para las maletas.  El tiempo pasa volando como el paisaje. Impactante la cantidad de casas equipadas con energía solar que se ven en los pueblos. Se ven más placas solares  que antenas de televisión. La estación de Nuremberg. En el hall, como en Stuttgart, puestos de comida, para comprar y para consumir. Sopa china, sushi japonés , kebap turco y, como oferta exótica, salchichas alemanas. Otro tren estilo canfranero para mi destino final, Amberg, en la Baviera baja, ya cerca de la República checa. El altavoz anuncia que, a mitad de camino, el tren se separa-  una parte va donde voy yo, la otra parte va a otra parte. Menos mal que me entero del aviso, que si no, yo también me voy a otra parte sin darme cuenta y no donde pretendía  ir. He tenido suerte, llegamos sin retrasos. Lo de los retrasos de los trenes desconcierta, acostumbrado a la minuciosidad del Ave de España. Me dicen, que aquí, el viajero puede elegir entre atrasos en el tren o atascos en la autopista… En la estación de Mannheim  cojo un tren a Colonia a la hora indicada en el anden indicado y el tren va para Berlin. Me parece raro y pregunto al revisor: ¿este tren pasa por Colonia? Y me contesta: “Ha habido un retraso, su tren venia más tarde.  ¿no se ha fijado en el cartel?” Pues no, no me había fijado, a pesar de tomar nota en Stuttgart que hay que fijarse. Iba apurado. Con lo perfectos y meticulosos que pensaba que son los alemanes… Un viajero que se compadece me explica que no es por dejadez de los empleados ferroviários ni por caos en el sistema, que los retrasos de los trenes suele ser por los suicidas que se tiran a las vias. ¡Ah! No hago más preguntas.
Me vienen a buscar en la estación y llego por fin a mi destino, una empresa de energía solar para empezar a disfrutar de una actividad laboral sin trabas ni pegas ni retrasos. Pensaba yo. ¡Pues va ser que no! El día de mi viaje, el gobierno alemán se sacó de la manga una ley de recortes a la fotovoltaica con tufillo español: de sorpresa, exagerado de medidas y cortísimo de plazo. ¡Será para que me siente como en casa, pienso yo! Pues menudo alboroto en el sector, pero este tema me lo guardo para otro informe.
Los nativos del lugar son amigables y risueños, recios, las chicas más guapas que los chicos, se parecen un poco a los vascos. El que tengo enfrente de mi mesa, si habla por teléfono, ya puedo abrir la oreja para entender lo que dice, un dialecto muy cerrado, seguro que en España lo habrían declarado como lengua propia.  Me alojaron estos días en una vivienda rural, de estos con olor a caballo, estircol de vacas y leche. Está entre dos pueblos, uno se llama ’Mausdorf’ o sea,’pueblo de ratón’, el otro ‘Speckhof’,  que se traduce  ’finca de tocino’….los nombres dan una idea de lo cosmopolita del lugar. Casi sorprende que haya luz eléctrica, pero que vá, hay hasta interné. A propósito de la luz- si alguien me sigue los pasos en busca de pan, no te olvides llevar una linterna. Los alemanes se toman tan en serio lo de ahorrar energía que por la noche no se ve ni pio. En los pueblos, una farola encendida en cada cruce y punto. Bienvenido a la Baviera profunda.  La ciudad de  Amberg, muy bonita, centro medioeval, con murallas como dios manda, un rio casi cristalino atravesando la ciudad, puentes con techos de madera, ya no me encuentro en los años 80 sino en el siglo 17. A este ritmo, la semana que viene, puede que me toca presenciar el nacimiento de Jesu Cristo. Ya os contaré. Seguirá…

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